Marina Abramović y la performance como forma de vida
Soy de esas personas que, de ignorante, asegura que hay cosas que no le gustan. Me ha pasado varias veces, eh, no es que aprendí que no hay que tropezarse con la misma piedra. Lo dije durante años de los cuentos –sigo amando más las novelas pero aprendí a querer a sus hermanos más pequeños– y, también, durante mucho tiempo sobre las performances artísticas, esas obras a las que el artista –u otros participantes– le ponen el cuerpo. Sentía que no me interpelaban. Estaba equivocado. Hay tantas performances como artistas y es obvio que, si bien pueden no ser mis preferidas, existirán muchísimas que me generen algo, que me interpelen, que me movilicen. Quien cambió mi percepción en relación a esta rama artística fue Marina Abramović.
Abramović nació en la ex Yugoslavia en el seno de una familia de militares de la aristocracia roja que, después de que terminara la Segunda Guerra Mundial, fueron declarados héroes nacionales. La crianza tanto de Marina como de su hermano menor tuvo como pilar principal el rigor de la madre. De hecho, era tan dura que recién después de que cumplió 29 años pudo llegar después de las 10 de la noche a la casa.
El arte de Abramović es extremo, oscuro, e intenta, desde sus comienzos hace décadas, llevar al cuerpo humano y sus capacidades hasta el límite. Lo demostró una y otra vez a través de los años. Pero no quiero quedarme corto con las palabras. Las actuaciones que ha realizado, en oportunidades, la llevaron a estar cerca de la muerte.
Una de ellas es Rhythm 5, que realizó en 1974. En esta performance lo que hizo fue prender fuego una estrella comunista hecha de madera y astillas de madera empapadas en litros de combustible, para después acostarse en el medio. Ninguno de los espectadores se había dado cuenta que, por la falta de oxígeno en el centro de la estrella, se había desmayado. Cuando las llamas se acercaron demasiado y ella seguía inerte, los doctores que estaban en el lugar la sacaron dándose cuenta, recién en ese momento, que había perdido el conocimiento.
Pero la obra que llevó todo al extremo, en la que ella quiso mostrar la relación entre la audiencia y el artista y hasta dónde podían llegar las personas fue Rhythm 0. En ella Marina se mantuvo inmóvil en medio de una habitación donde había distribuido diferentes objetos. Algunos le podían generar placer o bienestar, como rosas, plumas, miel, mientras que otras le podían generar dolor, como cuchillos, látigos, vidrios, cadenas, martillos, hachas, sogas y hasta un arma con una bala. Ella, poniendo su cuerpo como carne de cañón, aceptaría lo que sea que le hicieran las personas que estuvieran en la habitación. Podían ser cosas buenas o malas. En un principio ninguno de los espectadores se animaba a nada… hasta que uno sí. Desde ese momento las cosas escalaron rápidamente hasta que uno le apuntó con el arma. En ese momento, la performance terminó. Cuando ella volvió a moverse después de seis horas, cuando la vieron como una persona, todos los espectadores, avergonzados de lo que habían hecho, dejaron el lugar. La intención no solo era mostrar cuáles eran los límites entre la audiencia y el artista, sino también cuáles eran los límites éticos y morales en sí mismos cuando no hay consecuencias sociales. Cuánto podemos hacer si no tomamos al otro como un igual, hasta dónde podemos llegar si no empatizamos con quien tenemos enfrente, si pensamos que no es como nosotros. La respuesta, al menos en base a lo que vivió Marina, es desoladora.
Esto fue lo que dijo sobre Rhythm 0: “Lo que aprendí fue que si dejas que la audiencia haga lo que quiera te pueden matar. Me sentí realmente violada: me rompieron la ropa, me clavaron espinas de una rosa en el estómago, una persona me apuntó a la cabeza con el arma. Después de exactamente 6 horas, como estaba planeado, me puse de pie y comencé a caminar hacia la audiencia. Todos corrieron para escapar de una confrontación real”.
Conocí a Marina gracias a The Artist is Present, una exposición que realizó en el MoMA, el Museo de Arte Moderno que está en Nueva York. Si bien en el museo se podían ver todas las performances que había hecho a lo largo de su vida, la frutilla del postre, la performance más importante, era ella, sentada en el medio de una habitación gigante, con una silla, una mesa delante y otra silla vacía del otro lado de la mesa. Desde del 14 de marzo de 2010 hasta el 31 de mayo, todos los días y durante siete horas, Marina se sentó en esa silla inmóvil y miró a los ojos de las 1.545 personas que se sentaron frente a ella. En total Abramović estuvo sentada más de 700 horas y más de 750 mil espectadores pasaron por el museo durante la época de su antología.
¿Por qué decidió sentarse frente a tantas personas, durante tanto tiempo, sin moverse, solo mirándolas a los ojos? “Miré a los ojos a muchas personas que llevaban tanto dolor en su interior que inmediatamente pude verlo y sentirlo. Me convertí en un espejo para ellos, para sus propias emociones”.
Esta exhibición se terminó convirtiendo en un documental dirigido por Matthew Akers que salió en 2012 y se llama de la misma manera. En el documental no solo se cuenta la historia detrás de la antología y performance que se vio en el MoMA, sino también la vida de la artista de Belgrado, su infancia, su familia y, sobre todo, su relación con Frank Uwe Laysiepen, conocido como Ulay, quien fue su esposo y compañero artístico. Eran un dúo y, en un principio, todas las presentaciones que hacían las hacían en conjunto como base de su exploración. Esta relación da para un libro, pero te voy a contar dos ejemplos: su primera y última colaboración.
La primera, que hicieron en 1976, se llamó Relation in Space, donde ambos, completamente desnudos, se pusieron en los extremos de una habitación y corrían, incrementando la velocidad, para encontrarse en el medio y chocar sin ningún tipo de protección. “Queríamos juntar esta energía masculina y femenina y crear algo que llamamos 'Ese yo'. Queríamos crear una especie de tercera energía”, dijo Marina sobre Relation in Space.
La última performance se trató nada menos que de su separación. Después de años de atravesar inconvenientes, decidieron alejarse. Pero no como cualquier pareja, que se sentaría en un café a charlar y llegar a un acuerdo, sino como lo haría un dúo artístico como ellos. Fueron a la Gran Muralla China. Con Marina en un extremo y Ulay en el otro, cada uno de ellos caminaría hacia el centro de la Muralla. El momento del encuentro significaría el adiós, el fin, la culminación de esa pareja que había atravesado tantas obras, viajes, presentaciones y problemas. La performance se tituló The Lovers y mostró a los artistas recorriendo un camino de 2.500km. Les tomó tres meses lograrlo.
Para algunos artistas las performances son la manera más pura del arte no solo por el protagonismo, sino también por su efimeridad. Las performances no son como las pinturas, que pueden viajar por el mundo y ser presentadas en diferentes museos a través de la historia. Las performances empiezan y terminan y si bien pueden guardarse registros para ser reproducidas, esos registros nunca podrán permitir que sean sentidas como alguien que la presenció y esa es una de las cosas que siempre le interesó a Abramović. Marina, durante toda su vida, tuvo una sola intención: hacer arte con su propio cuerpo, convertir su vida en una performance constante, crear un estilo que modificara a las personas que estaban en el mismo cuarto que ella y llevar hasta el límite lo que su cuerpo y cabeza podían aguantar. Tanto que casi pierde la vida en el intento. Y si algunos consideran que esta es la forma más pura del arte, Marina, entonces, es de las artistas más puras que existieron.
***
Si estás suscrito a observando hace tiempo, te habrás dado cuenta que este es una reversión de un texto sobre Marina que escribí hace años. Es que volví a coparme con ella después de haber arrancado Derribando muros, una autobiografía que está disponible en Bookmate y que vale oro. Te dejo los primeros párrafos, que habla sobre el miedo y cómo nos lo inculcan:
Una mañana fui caminando con mi abuela hacia el bosque. Era muy bello y tranquilo. Yo tenía solo cuatro años, así de diminuta era, y vi algo muy extraño: una línea recta que atravesaba la calle. Sentí tanta curiosidad que meacerqué; solamente quería tocarla. Luego mi abuela gritó muy fuerte. Lo recuerdo con mucha intensidad. Se trataba de una enorme serpiente.
Ese fue el primer momento de mi vida en que de verdad sentí temor, pero no tenía idea de a qué debía temerle. De hecho, fue la voz de mi abuela lo que me aterró. Y después la serpiente huyó deslizándose rápidamente.
Es increíble cómo tus padres y quienes te rodean te incrustan el miedo. Al principio eres tan inocente; no lo sabes.
Pareciera que Marina, a través de sus performances, intentó siempre escapar de ese miedo inculcado.
Dopesick
No recuerdo una serie que me haya hecho enojar e indignar tanto como Dopesick. Pero ni de cerca, eh. El motivo es claro, pero primero vamos por la sinopsis. Dopesick cuenta la historia de cómo una farmacéutica hizo todo lo posible para instalar que el Oxycontin se trataba de un opiáceo que podía calmar el dolor como cualquier otro pero con una importante diferencia: no generaba dependencia. Obviamente, sí lo hacía y eso produjo una ola adictos en diferentes regiones de Estados Unidos.
¿Por qué tanta indignación y odio? Porque la serie está basada en una historia real.
Los Sackler, una de las familias más ricas de Estados Unidos que era dueña de la Purdue Pharma, se encargó de llevar adelante una campaña brutal de marketing que no eran más que mentiras para que médicos incentivaran a tomar Oxycontin a sus pacientes bajo la excusa de que no solo no les haría mal, sino que curaría todos sus dolores.
La vendían como si fuese una droga mágica porque consiguieron una aprobación especial de la FDA, la agencia federal de Estados Unidos encargada de regular y supervisar la seguridad y eficacia de medicamentos que, al menos en ese momento, estaba tan o más sucia que Purdue.
Véanla si quieren entender cómo algunas compañías, incluso a costa de la salud de millones de personas, doblan leyes y regulaciones a su gusto y piacere para generar ganancias. Lástima que el sistema anda como el culo y los culpables muy pocas veces terminan pagando.
Quote
“No puedo imaginarme a un hombre disfrutando realmente de un libro y leyéndolo sólo una vez”.
— C. S. Lewis
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Poema de la semana
Tengo mi casa toda llorada
Tengo mi casa toda llorada
el baño la ducha
mi habitación llorada
la mesa de luz llena de papel higiénico
llorado
entre las sábanas lloradas
donde duerme mi gata con
el ronroneo opacado por el ruido de mi llanto
Mis amigos: llorados
mi pelo
el hombro de mis amigas llorado
porque las invito a casa
a llorarles todo encima
mis manos lloradas
mis anteojos
mi mamá toda llorada por teléfono
mi hermana
Tengo la terraza de casa toda llorada,
la piscina inflable
mis plantas y mi interior llorado
la computadora, el metro, el barrio, las jardineras, mi moto
el semáforo llorado
las canciones que no pude cantar
Quiero
inventar una orilla
invitar a mis amigas a una fiesta
en la playa
sacudirles el llanto
A ti no
a ti te quiero en una isla
que no sea yo
bien lejos
y sin internet.
– Mana Muscarsel Isla
Outro
Hola, ¿cómo va eso? Espero que super. Acá son poco más de las 8 de la mañana del domingo, así que lo más probable es que este correo lo recibas un poco después de las 8.30 como deberías. Pero bueno, no es tan terrible.
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Otra preciosa. El miércoles pasado fue el encuentro entre lectores de Parsimonia y observando que organizó la gente de Peces fuera del agua. Qué nervios esos minutos previos en los que con Maca no sabíamos si iba a venir siquiera una persona. Por suerte fuimos varios y la charla fue amena e increíble. Gracias a los que estuvieron ahí y participaron. Llena el alma.
Antes de cerrar, como te conté en la edición anterior, Bookmate está auspiciando observando. Buena noticia para mí y buena también para vos, porque me dieron un código para que puedas usarlo un mes gratis. En el proceso te podés escuchar unos audiolibros o leerlos directamente desde la app. Obviamente si no querés que te cobren vas a tener que dar de baja el servicio, así que si querés avisale a Siri o Assistant que en 29 días te recuerde dar la baja.
Bueno, ahora sí. Te dejo tranqui.
Gracias por estar del otro lado. No me voy a cansar de decirlo.
Te mando un beso grande.
Axel