Una casa lejos de casa, de Clara Obligado
No soy fanático de muchos newsletters, pero los que leo los sigo y espero con ansias. Uno de ellos es El hilo conductor, que hace Malena Rey para Cenital sobre cultura pero que, en general, suele enfocarse en libros. Vuelvo mucho a esos correos porque son una fuente inagotable de recomendaciones. Cuando no sé qué leer, después de que no me cierren las recomendaciones de amigos, ahí es donde recaigo. Y en una de esas tantas búsquedas es como llegué a Una casa lejos de casa, de Clara Obligado, una escritora argentina que se exilió en España durante la dictadura.
En el texto, Clara cuenta la experiencia de cómo tuvo que formar un hogar lejos del propio no por decisión sino porque de eso dependía su vida. Así es como aterriza, con una valija de 9 kilos, en España. Dejando atrás todo: amigos, amores, estudios, militancia, objetos preciados. Y, como le pasaría a cualquiera, se siente perdida. Pero no perdida solo por haberse ido de su casa, sino, sobre todo, porque no puede entender ese idioma que parece y suena tan igual. Palabras que no sabe qué significan, textos que lee y no comprende. “Nunca pensé que podía ser extranjera en mi propio idioma”, escribe.
Una casa lejos de casa es tan precioso como triste. La nostalgia está impregnada en sus páginas. Nostalgia por lo que se perdió y nunca más va a poder recuperarse. Porque Clara no se siente en casa en España, pero tampoco se siente en casa cuando vuelve a Argentina. Queda en una especie de limbo que desaparece, solo un poco, cuando nacen sus hijas y nietos.
El lenguaje es el protagonista del libro. Las palabras que no entiende, que la alejan de su país a medida que las va incorporando, de las tonadas, de cómo algunos intentan abrazar la nueva lengua a través de la imitación de ese acento que les es extraño mientras otros, quienes nunca sueltan el rioplatense y, a través de “ches” y “vos”, abrazan su pasado, su tierra.
Es un libro corto que se lee increíblemente rápido. De hecho no describiría sus pasajes ni siquiera como capítulos, sino como escenas. Escenas cortas que hacen llorar de tristeza y sonreír de esperanza.
Mientras lo leía fui publicando en Instagram algunos de los párrafos que me resultaron más emocionantes. Te los comparto. Seguro te van a gustar a vos también.
Primer mandamiento: no mitificar. El olvido también nos esculpe. Si la infancia es un paraíso perdido, nada de lo que vendrá después logrará superarla, la melancolía del todo tiempo pasado fue mejor obstruye la esperanza de que lo mejor esté por llegar. No negar ni la crítica, ni el dolor. Segundo mandamiento, que se desprende del primero: no llevar la infancia a una perfección inhumana.
Entre los pormenores indecisos del pasado, voy narrándome. Al escribir reviso y reformulo. Fundo y confundo. La memoria es un arma de doble filo.
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Dicen que, a lo largo de la vida, se leen, más o menos, unos tres mil volúmenes, si empezamos a leer con unos siete años y terminamos, por ejemplo, a los ochenta, un libro a la semana, lo cual sin duda es un buen ritmo. Si hacemos todo esto, solo tendremos tiempo de leer unos tres mil ejemplares. Poco, en realidad.
Somos lo que comemos, pienso. Somos también lo que leemos.
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No sé cómo cayó en mis manos ese libro que nunca olvidaré. Rojo, maltratado. Los gatos en Baudelaire, leerlo me hizo comprender el esqueleto de un poema. Si con Borges había aprendido que el sonido puede arrastrarte, con Jackobson me enamoré de la sintaxis. Los textos serían, a partir de entonces, milhojas, cebollas, sutiles tejidos que se dejarían arrancar una y otra capa, interpretaciones infinitas.
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Llegué a Madrid con nueve kilos de equipaje, el resto de lo que era mi vida quedó atrás. Escribir para retener un mundo. Libros, objetos cotidianos, algún mueble, esos zapatos que tanto me gustaban, la memoria de lo que no volverá. Hasta que llega un día en el que entiendes que, sin someterte al peso de las cosas, todo se puede recuperar. La liviandad de las palabras. Pese a todas sus renuncias, el emigrante tiene esperanzas con respecto al futuro; el exilado, en cambio, habita la nostalgia.
Eso es lo que te permite un cuento
No soy tanto de los cuentos. Lo dije tantas veces en observando que ya siento que es medio un cliché. Pero bueno, no me engancho, no quiero siquiera leerlos. Y sé que hay algunos preciosos. Incluso amé leer algunos de Salinger, de Chéjov, de Bukowski, de Borges, de Cortázar. Pero nunca los elijo. Nunca, si tengo dos opciones que me interesan y una es de cuentos mientras que otra es una novela, elegiría el primero.
Pero hay autores que de alguna manera logran conquistarnos. Con lo que escriben, con lo que dicen y con lo que piensan. Es el caso de Schweblin, de quien hace poco cité una entrevista preciosa donde hablaba de si se puede o no enseñar a escribir y que podés leer acá.
Esto que dice Samanta sobre la lectura de cuentos, de cómo nos pueden hacer sentir expuestos, capaces de enfrentar y descubrir lo que nos asusta, entender lo que no terminamos de entender. Si bien no es algo que se atenga solo a las historias cortas, los cuentos pueden generar eso en solo minutos y es un montón.
Esto es lo que dijo:
Hay una historia que me encanta que es la de mi abuelo paterno. Él hacía la avanzada en la guerrilla francesa en la Segunda Guerra Mundial. A la madrugada, cuando todavía no había salido el sol, agarraba su bicicleta e iba hasta el límite, hasta llegar casi hasta el batallón enemigo para espiarlos, intentar deducir qué es lo que estaba pasando y volver a su batallón con información.
Me parece que cuando leo cuentos yo estoy repitiendo este mismo mecanismo. Es poder ir hasta el abismo, es asomarse a toda esa oscuridad, es exponerse, es tratar de entender todas las cosas que te asustan, que te aterran, que no podés terminar de entender y volver lo más ileso posible.
Eso es lo que te permite un cuento. Y a veces eso puede pasar en minutos. Es realmente fantástico poder hacer todo ese movimiento en 10 minutos, en media hora.
Only Murders in The Building
El otro día con Maca queríamos ver una serie de esas que en inglés son descriptas como “wholesome”. Son esas series reconfortantes, que te hacen sentir bien, que te divierten y que no suelen tener historias brutalmente profundas o, si las tienen, las matizan en general con muchísimo humor y ternura, como pasa con Ted Lasso, Please Like Me o Shrinking. Pregunté en Twitter qué me recomendaban del estilo y me nombraron varias. Entre esas una que quería ver hace tiempo: Only Murders in The Building. No sé si es lo más wholesome del mundo, pero la estoy disfrutando muchísimo.
Only Murders in The Building va de tres personas que viven en un emblemático edificio de Nueva York y que son fanáticas de los podcasts de crímenes. ¿Y qué pasa en el edificio? Bueno, no es spoiler porque lo dice el título: un asesinato.
Ahí es cuando los tres protagonistas se unen para hacer un podcast propio que cuente la historia de esta muerte que, obvio, se entremezcla con la propia de cada uno de los personajes.
No es de esos shows que vas a recordar en la posteridad. No es ni Mad Men, ni The Sopranos, ni Breaking Bad, pero es una comedia muy divertida que tiene a Steve Martin, que hace de un actor que ya nadie recuerda, a Martin Short, un director que fue muy exitoso pero con un estrepitoso final, y a Selena Gomez, que es un misterio dentro de una serie de misterio, haciendo papeles espectaculares.
Si estás con ganas de ver algo divertido que vas a disfrutar un montón, es por acá.
Quote
“Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto sino un hábito”.
— Will Durant
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Un interesante artículo que habla de cómo estamos viviendo en The age of average, una época en la que que los muebles son iguales, los autos son iguales, todos nos vestimos iguales. "La distinción ha muerto. En cada campo que miramos, encontramos que todo se ve igual", dice el autor. Comparto.
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Poema de la semana
Amarme
Amarme no es fácil,
tengo bordes filosos,
tengo partes faltantes.
– Donte Collins
Outro
Hola, ser del bien, ¿cómo estás? Yo muy bien. Relajado a más no poder con este fin de semana larguísimo de cuatro días. Lo estoy sintiendo como unas mini vacaciones de no hacer nada más que estar en casa, juntarme con amigos, salir a comer con Maca e ingerir chocolate en grandes cantidades con la familia.
Esta semana volvieron los climas potables en Buenos Aires. Esos 20 grados con sol que son la perfección absoluta. Pensar que durante toda la vida fui de la pata combativa de la banda del invierno para darme cuenta que las estaciones del medio son las más lindas. Me pasé, definitivamente, a las filas del otoño y primavera que te permiten salir a andar en bicicleta sin tener que o emponcharte como si estuvieras en Alaska o morir transpirado.
El otro día estuve jugando un montón con ChatGPT. Como hace meses, diría. No sé por qué se me metió en la cabeza pedirle que dibujara a la Mona Lisa en versión text art. Los resultados, el 100% de las veces, fueron terriblemente malos. Pero rescato algo. Se ve que en el medio GPT se pudrió un poco, porque me dibujó, literal, el símbolo del “fuck you”. Parece joda, pero no lo es.
En otro orden de cosas, es una época de series increíbles. Volvió Ted Lasso y no puedo ser más feliz viéndola. Es un cliché tras otro, pero me reconforta. También volvió Succession que está on fire.
Bueno, te dejo para que vayas a comer huevos de pascua. Como siempre te digo, recibir observando es gratuito, pero hacerlo no. Si querés colaborar con la causa, podés hacerlo mensualmente, comprarme un cafecito o recomendarlo para que le llegue a más personas.
Gracias por estar siempre.
Hasta dentro de dos semanas.
Axel
Sobre the age of average, justo estoy leyendo un ensayo/libro q se llama la expulsión de lo distinto, aun no lo termino, pero justo habla de lo mismo del artículo y enfocado en varios topicos
Esta es una representación de texto arte de la Mona Lisa que ha sido creada por un usuario anónimo y está alojada en un archivo de texto en Gist, un servicio de alojamiento de código de GitHub. Puedes copiar y pegar el enlace en la barra de direcciones de tu navegador para ver la versión de texto arte.
https://gist.githubusercontent.com/anonymous/57f2c7f5b661a8aa7a5f85f3ec9a4fbb/raw/477d06f8411a2f1eb05e0b61e704c03d283e3c3a/monalisa.txt
GPT-4 🤷🏻♂️