Hoy estuvo nublado, pero como el pronóstico revelaba que no llovería hasta entrada la noche, decidimos hacer un plan de trekking. Algún sendero tranqui que pudiéramos recorrer sin cansarnos demasiado. Al mismo tiempo, queríamos ir a algún lugar que no conociéramos. Después de investigar un rato decidimos ir a los Piletones del Río Manso.
Primero había que llegar hasta un camping que estaba a unos 70 kilómetros y después caminar un trecho corto. Seguimos de cerca a una camioneta roja solo porque el color combinaba con el paisaje. Hablame de perseguir la poesía.
En el camino Maca repitió varias veces que no podía creer los colores. Era cierto. Los rojos y amarillos tienen algo de otro mundo, pero qué genial que estén acá, a nuestro alcance. Aún así, cualquier expectativa se quedaría corta ante lo que este día nublado nos tenía preparado.
Cuando llegamos a los Piletones, nos quedamos en una piedra mirando el agua un rato largo. En un momento pasó volando un bicho raro, chiquito, que nunca había visto. De hecho, al principio pensé que era la hoja de un árbol, pero no.
—Mirá qué raro ese bicho —le dije a Maca—. Va girando mientras avanza. Es como el trompo de la película de los sueños de Di Caprio.
—Sí, es raro. ¿Viste que vos también hacés analogías?
Pensé que las mías eran más feas.
Nos quedamos callados escuchando el ruido del agua del Manso, casi imperceptible porque estábamos en una piedra bastante alta.
—No importamos mucho— me dijo después de un tiempo. Creo que se refería a su operación. A qué hubiera pasado si las cosas no hubiesen salido bien.
Le respondí que no. Agregué que solo le importamos a quienes nos quieren. Pero incluso así, con o sin nosotros el agua hubiese seguido corriendo igual. Y los colores de los árboles, otoño tras otoño, hubiesen seguido cambiando. Es cierto que no importamos mucho.
Comimos unos sánguches, sacamos algunas fotos, vimos otro bicho trompo y decidimos volver. El día anterior Christian nos había recomendado ir al mirador del cerro Challhuaco, un lugar desde donde se podía ver, muy a lo lejos, la ciudad.
Había varias opciones. Un camino hasta el mirador que tomaba unos 45 minutos, otro un poco más largo hasta la cima del cerro que demoraba una hora y media y otro que era tan largo que directamente ignoramos. Decidimos, primero, ir al mirador. Después, dependiendo de nuestro cansancio, veríamos cómo seguíamos.
Caminamos unos 15 minutos hasta llegar a un puentecito. Maca me dijo que cerrara los ojos y escuchara un segundo. Se escuchaba el agua, el viento, un pájaro a lo lejos. Los abrí y le pregunté si quería que pusiera música en el celular. Sabiendo que era un chiste, se rió, pero no me contestó.
—¿Segura? ¿Unas cumbias no?
—No, no. Gracias— respondió sonriendo.
Seguimos caminando, llegamos al mirador. Nos subimos a la piedra más alta para sacarnos unas fotos. Cuando estábamos pegando la vuelta vimos el desvío que llevaba a la cima del cerro. Me preguntó si quería ir. Le dije que sí.
El camino fue un poco más complejo, pero nada que dos casi sedentarios no pudieran enfrentar. A medida que subíamos más, el viento era más fuerte. No mucho, pero se notaba sobre todo porque las hojas de los árboles caían cada vez más. De hecho, en un momento pensamos que estaba lloviendo, pero no, era el sonido de las hojas golpeando el piso.
En la cima el viento era mortal, pero nuestra felicidad también. El paisaje cambió completamente. De los árboles que nos abrazaron durante el camino a la estepa que crece entre la arena y la piedra de las montañas. Solo nos acompañó, durante un rato, una especie de aguilucho curioso que se nos acercó dando pequeños saltos hasta que se fue volando. Cuando llegamos a la cabaña lo googleé. Creo que era un peuco.
Volvimos sobre nuestros pasos cansados, pero felices.
—¿Te imaginabas esto hace cinco meses? —me preguntó.
Hace cinco meses la operaron. Es loco cómo algo así se convierte, sin querer, en una nueva forma de medir el tiempo. O no. Lo escribo y me doy cuenta que debe ser lo más común del mundo.
Abrazo desde méxico!
<solo porque el color combinaba con el paisaje. Hablame de perseguir la poesía> los ♡ Me conmueve leerte..