Fuerza, bondad y comprensión
Uno de mis autores favoritos es Bukowski. No leo hace años sus novelas, aunque nunca dejé de recomendar Cartero o La senda del perdedor, pero siempre vuelvo a sus poemas. Cada tanto, cuando no sé qué poema elegir para observando parto de ahí, porque esa faceta suya me parece tan fascinante como la de novelista.
Fue él quien de alguna manera me introdujo al mundo de la poesía porque sus textos podían entenderse de una manera más directa, no había tantos símbolos ni palabras rimbombantes. Como en sus relatos, cuentos o novelas, solía ir más al grano.
Así es como hace mucho devoré todo lo que había escrito e hice lo que solemos hacer cuando nos fanatizamos con un autor: ir por sus influencias. Googleando di con John Fante, un escritor que no era tan famoso pero que había sido uno de los precursores no solo del realismo sucio, sino también un exponente de los beats, que tuvieron a Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs en la gloria.
Hay tanto de Bukowski en Fante que parece que el autor de La senda del perdedor le copió el estilo. Pero no es copia, es la intención de ser el otro, es admiración. Fue el mismo Bukowski quien, después de mucho, seguía hablando sobre Fante y la influencia que había tenido sobre él.
Pregúntale al polvo es una de las novelas protagonizadas por el alterego de Fante: Arturo Bandini. Bandini está presente en casi todos sus libros. El protagonista de un mundo ambientado durante la Gran Depresión, donde la pobreza es moneda corriente y el alcoholismo una de las formas de poder escapar.
Este es el prólogo que escribió Bukowski para una edición de Pregúntale al polvo y cuenta, primero, cómo se encontró de casualidad con Fante y, segundo, por qué se enamoró de su literatura:
Yo era joven, pasaba hambre, bebía, quería ser escritor. Casi todos los libros que leía pertenecían a la Biblioteca Municipal del centro de Los Ángeles, pero nada de cuanto me caía en las manos tenía que ver conmigo, con las calles, ni con las personas que me rodeaban. Me daba la sensación de que todos se dedicaban a hacer juegos de prestidigitación con las palabras, que aquellos que no tenían prácticamente nada que decir pasaban por escritores de primera línea. Sus libros eran una mezcla de sutileza, artesanía y formalismo, y era esto lo que se leía; se enseñaba en las escuelas, se digería y se transmitía. Era un invento cómodo, una logocultura ingeniosa y prudente. Había que volver a los autores anteriores a la Revolución Rusa para encontrar algo de aventura, un poco de pasión. Había excepciones, pero eran tan escasas que se agotaban rápidamente y uno se quedaba sin saber qué hacer ante las filas interminables de libros insípidos. A pesar de todo lo que podía haberse aprendido en los siglos precedentes, los autores modernos no eran lo que se dice muy hábiles.
Cogía de las estanterías un libro tras otro. ¿Por qué nadie decía nada? Probé en las distintas secciones de la biblioteca. La sala de religión me pareció un páramo tan vasto como inútil. Fui a la de filosofía. Di con un par de alemanes resentidos que me estimularon una temporada, hasta que los olvidé. Probé con las matemáticas, pero las matemáticas superiores no se diferenciaban de la religión, no me afectaban en absoluto. Lo que yo buscaba no se encontraba al parecer en ninguna parte. Probé con la geología, y al principio sentí cierta curiosidad, pero me resultó insustancial a la postre. Descubrí ciertos libros sobre cirugía y me gustaron: las palabras eran nuevas y las ilustraciones maravillosas. En concreto, me gustaron y memoricé los detalles de las operaciones del mesocolon. Al final abandoné la cirugía y volví a la gran sala abarrotada de autores de novelas y cuentos (cuando tenía morapio en abundancia no iba por la biblioteca. Una biblioteca era un lugar estupendo para pasar el rato cuando no se tenía nada para comer o beber y cuando la dueña de la casa lo perseguía a uno con los recibos atrasados del alquiler. En la biblioteca, por lo menos, se podía ir al lavabo sin problemas). Vi muchísimos compañeros de vagabundeo allí, casi todos dormidos sobre el libro abierto.
Seguí recorriendo la sala general de lectura, cogiendo libros de los estantes, leyendo unas cuantas líneas, unas cuantas páginas, y dejándolos en su sitio a continuación. Pero cierto día cogí un libro, lo abrí y se produjo un descubrimiento. Pasé unos minutos hojeándolo. Y entonces, a semejanza del hombre que ha encontrado oro en los basureros municipales, me llevé el libro a una mesa. Las líneas se encadenaban con soltura a lo largo de las páginas, allí había fluidez. Cada renglón poseía energía propia y lo mismo sucedía con los siguientes. La esencia misma de los renglones daba entidad formal a las páginas, la sensación de que allí se había esculpido algo. He ahí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos. El humor y el sufrimiento se entremezclaban con sencillez soberbia. Comenzar a leer aquel libro fue para mí un milagro tan fenomenal como imprevisto.
Tenía tarjeta de lector. Rellené la hoja del servicio de préstamo, me llevé el libro a casa, me tumbé en la cama, me puse a leerlo y mucho antes de acabarlo supe que había dado con un autor que había encontrado una forma distinta de escribir. El libro se titulaba Pregúntale al polvo, y el autor se llamaba John Fante. Tendría una influencia vitalicia en mis propios libros. Acabé Pregúntale al polvo y busqué más libros suyos en la biblioteca. Encontré dos: Dago red y Espera a la primavera, Bandini. La calidad era la misma, se habían escrito con el corazón y las entrañas y no hablaban de otra cosa.
Fante tuvo sobre mí un efecto poderoso. Poco después de leer los libros que he citado conviví con una mujer. Estaba más alcoholizada que yo, sosteníamos peleas violentas y a menudo le gritaba: "¡No me llames hijo de puta! ¡Yo soy Bandini, Arturo Bandini!". Fante fue para mí como un dios, pero yo sabía que a los dioses hay que dejarles en paz, que no hay que llamar a su puerta. Sin embargo, me ponía a hacer conjeturas sobre el punto exacto de Angel's Flight en que al parecer había vivido y hasta pensaba que a lo mejor seguía viviendo allí. Casi todos los días pasaba por el lugar y me preguntaba: “¿Será ésa la ventana por la que se deslizaba Camila? ¿Es ésa la puerta de la pensión? ¿Es ése el vestíbulo?”. No lo he sabido nunca.
Treinta y nueve años más tarde he vuelto a leer Pregúntale al polvo. Quiero decir que lo he vuelto a leer este año y que todavía se sostiene, al igual que las demás obras de Fante, pero éste es el libro que prefiero porque constituyó mi primer encuentro con la magia.
Queda mucho por decir de la vida de John Fante. Una vida con una suerte extraordinaria, con un destino horrible y llena de una valentía tan natural como insólita. Es posible que se cuente algún día, aunque creo que a él no le gustaría que yo la contase aquí. Permítaseme decir, sin embargo, que en su forma de escribir y en su forma de vivir se dan las mismas constantes: fuerza, bondad y comprensión.
Backflip
En 2019 Nikita Diakur decidió aprender a hacer una mortal para atrás. Como cualquier otro, tenía un miedo terrible. A romperse la cabeza, a quebrarse el cuello, las muñecas. Hizo algunos intentos, empezó a hacer avances hasta que, en un momento, se golpeó fuerte el dedo del pie. Toda la confianza que había ganado desapareció instantáneamente.
Las ganas todavía estaban ahí, pero con el miedo que tenía no quería seguir intentando esas mortales (no me había dado cuenta de la terrible connotación negativa que tiene la palabra "mortal" para referirse a esas vueltas en el aire hasta que escribí este texto, aunque tiene lógica, claro), así que decidió crear un avatar virtual y, a través de algoritmos de machine learning, que ese avatar aprendiera solito a hacer el backflip. No sería él quien lo haría, pero sería una versión virtual de él que, afortunadamente, no sentiría dolor alguno en esos intentos fallidos. Ese aprendizaje es lo que capturó en el documental, justamente, llamado Backflip.
Hay algo extremadamente poético en ver el proceso a través del cual el avatar va aprendiendo de manera automática y solo. Una y otra vez, sin éxito alguno, trata de imitar lo que hacemos los humanos. Y, después de miles y miles de intentos, finalmente lo logra:
"No es siempre la cabeza lo que te mantiene lejos de alcanzar tus metas. Somos capaces de mucho más de lo que esperamos de nosotros mismos. Solo tenemos que practicar, practicar y practicar porque la práctica hace la perfección. Mi avatar lo hizo y estoy feliz".
Pero, por suerte, este documental no se trató simplemente de una frase a lo Osho. Se trata, como Nikita explica, sobre el miedo de cómo, en algunos casos, las inteligencias artificiales se parecen demasiado a nosotros. Sobre lo desconocido, sobre la racionalidad, la emoción, sobre el deseo de ser mejores y sobresalir.
The Deepest Breath
Hay que amar algo para hacerlo sabiendo que te podés morir cada vez que lo practicás, ¿no?
Esa frase es la que no paró de volver una y otra vez a mi cabeza mientras miraba The Deepest Breath, el documental que cuenta de qué se trata el buceo libre en general y de la historia de una pareja amante de la disciplina en particular: Alessia Zecchini y Stephen Keenan.
La relación amorosa entre Alessia y Stephen es la excusa para contar todo lo que tiene que ver con este deporte terriblemente peligroso que consiste en sumergirse, sin ningún tanque de oxígeno ni medidas de seguridad, en lo más profundo del océano. Cuando digo profundo digo profundo de verdad: más de 100 metros (de ida y después otros 100 de vuelta).
Hay un montón de cosas para decir sobre The Deepest Breath. Voy por la primera: es espectacular. Y digo esto porque no quiero que te confundas con las críticas que pueda hacerle. El film dirigido por Laura McGann te hace sentir el peligro, claustrofobia y soledad que sienten los que hacen este deporte. No es poco considerando que, cada vez que estas personas se sumergen, están literalmente arriesgando su vida.
Lo que me resultó no tan inspirador es que durante todo el film se siente como si algo malo estuviera por pasar. Como si estuviéramos al borde del precipicio constante la música, el storytelling, las declaraciones y la forma de hablar de los protagonistas, muchas veces directamente en pasado, te hacen pensar que algo muy malo está por suceder.
Para cerrar, otra cosa que no termino de entender es cómo un deporte con tanta llegada tiene tan poca protección y medidas de seguridad para quienes lo practican. Siento que, gracias a la tecnología y avances que existen en la actualidad, es directamente negligente dejar todo al azar de las condiciones climáticas o a cómo fue la actuación un día en particular de un deportista.
Quote
“Hay más cosas que pueden asustarnos que aplastarnos; sufrimos más a menudo en nuestra imaginación que en la realidad”.
— Seneca
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Poema de la semana
Dedicatoria
La tierra estaba seca.
No había ríos ni fuentes.
Y brotó de tus ojos
el agua, toda el agua.
– Luis Alberto de Cuenca
Outro
Hola, persona del bien. ¿Cómo va? Por acá todo super. Recién me acabo de despertar para terminar de escribir esta edición, no te voy a mentir. Sigo en la cama.
Ayer después de dormir la siesta con Maca fuimos al Calle Cortada, un festival que hace la cervecería Temple en la calle, gratis y con bandas muy copadas.
Llegamos y vimos el show completo de Ilan Amores, a quien no conocíamos y nos encantó porque fusiona muy bien diferentes ritmos urbanos como la cumbia, el reggaetón, el rap. Lo amamos. Bailamos hasta que nos cansamos, después nos tomamos unas cervezas más lejos del quilombo y cuando estaba empezando el show de Blair nos fuimos a Paquito, un restaurante de comida española donde comí una de las mejores tortillas de mi vida. Hablame de buenas citas.
Cambiando de tema. Viste que yo desde que salió GPT lo estoy usando como si no hubiera mañana. Vengo con datita interesante. Se está haciendo la primera encuesta nacional relacionada ChatGPT. Básicamente hay que responder si conocés la herramienta, si la usas, para qué. Es muy cortita y creo que puede revelar un montón sobre cómo usamos este algoritmo en la Argentina. Obviamente es anónima. Si te pinta, te dejo el link para que la contestes. Por las dudas aviso: si ni siquiera sabés qué es GPT, tus respuestas también valen.
Antes de irme, te cuento que el próximo 13 de septiembre con Maca vamos a estar hablando de nuestros newsletters junto a la gente de la comunidad de Peces Fuera del Agua. Cómo nacieron, cómo son nuestros procesos, qué nos llevó a crearlos. Es un evento gratuito y que se va a hacer por Zoom. El mismo día del encuentro ellos envían el link a la comunidad. Si te interesa, acá tenés toda la info.
No puedo dejar de escuchar este show de Los Besos en Futurock. Me parece que ya lo recomendé, pero si no sabés qué escuchar este domingo precioso de sol (al menos el cielo no muestra una nube desde mi ventana), ya sabés por dónde ir.
Bueno, te dejo. Me voy a comprar unas facturas, preparar unos mates y empezar el domingo.
Lo de siempre antes de despedirme. Si te gusta lo que hago en observando y querés colaborar, podés hacerlo mensualmente, comprándome un cafecito o recomendándolo a quien vos consideres que puede gustarle.
Gracias por estar ahí.
Axel
Nos vemos el miércoles 13 de sept en la Comunidad de Newsletter@s!