Hola, ¿te acordás de mí? Es que no escribo hace tanto que tenía que preguntar.
Las últimas semanas, si bien fueron preciosas e increíbles, me dejaron sin prácticamente tiempo para escribir observando. Como te conté, me fui a pasar el 31 de diciembre a Bariloche. Fue un viaje muy cortito, de solo cuatro días, pero que pudimos aprovechar un montón porque paramos en la cabaña de un amigo del padre de Maca que era un sueño. Salías y lo primero que veías era el Nahuel Huapi, hipnotizante e inmenso. Cada vez que voy a Bariloche pienso lo mismo: alguna vez me gustaría vivir una temporada allá. O ni siquiera una temporada. Con unos meses alcanza. No soy tan ambicioso. Haciendo home office hace ya varios años, siento que es una posibilidad cercana.
Después hablás con personas que viven o vivieron allá y medio que se te pasa. Que el frío, que la nieve que se mezcla con la tierra para hacer un barro terrible, que la lluvia constante gran parte del año, que el viento, que los precios, que no hay buena conectividad (esto me caga la vida). Estoy para arriesgarme, pero qué se yo donde voy a estar viviendo en unos años. Por ahora no es más que una idea que revive cada vez que voy y me enamora el bosque y el lago.
Hace unas semanas terminé Una familia bajo la nieve, de Monica Zwaig. Lo leí en el Kindle sin siquiera saber que lo teníamos en papel en casa. Qué librazo, por favor. Un montón de amigos me habían dicho que era de lo mejor que habían leído en 2023, pero yo soy de los que le escapan un poco al hype. El pedestal todo lo rompe. En general, nada suele estar a la altura de las expectativas.
Una familia bajo la nieve es una novela corta que relata, en primera persona, la vida de Monica. Monica es abogada, dramaturga, actriz y escritora. Nació y creció en Francia y viajó a la Argentina para trabajar en el CELS en los juicios de lesa humanidad. Y la protagonista de Una familia bajo la nieve es abogada, nació y creció en los monoblocks en París y viajó a Buenos Aires para reencontrarse con las raíces de su familia que tuvo que escaparse de la dictadura y termina trabajando en los juicios de lesa humanidad.
En ese relato está el sufrimiento del exilio, la búsqueda de la identidad, el dolor de tener que escapar de tu lugar, lo que no se dice pero se interpreta, lo que se esconde y lo que nunca se olvida. Pero si bien la novela tiene a la dictadura argentina en su ADN ese momento histórico no es el protagonista. La protagonista es Harmonica –qué nombre tan precioso eligió Monica para su yo ficticio– y sus relaciones. Sus amigos, sus parejas, sus padres, hermanos, la herencia, la lengua, esa lengua en la que sueñan sus padres, pero no ella, porque ella es la primera de los hijos que nació fuera de la Argentina:
Cuando llegamos a Francia, mis padres decoraron la casa con todos los recuerdos que habían traído de Buenos Aires. Estaban los recuerdos que se veían, como el nido de hornero, las copas de café compradas en una tienda de productos del norte del país, un pingüino, muchos casetes de música folclórica, kilos de yerba mate y, para los niños, kilos de dulce de leche. También estaban los recuerdos que no se veían, o por lo menos yo no los vi, como el libro Nunca Más, la nostalgia, un poco de gusto amargo en el fondo de la garganta.
Es un libro profundamente cercano, pero al mismo tiempo extraño para la mayoría de nosotros. Cercano porque habla de una parte de nuestra historia, tan presente en la actualidad. Lejano porque prácticamente nadie vivió lo que vivió Harmónica, pero que a través de su relato podemos, al menos, intentar entender, acercarnos.
Empecé otro libro que también está brutalmente hypeado: Conversaciones entre amigos, de Sally Rooney. Rooney es la misma que escribió el libro Normal People, que la hicieron serie y que protagonizaron el superfacha Paul Mescal y la preciosa Daisy Edgar-Jones y tuvo mucho éxito. Imaginaba que no era el tipo de novelas que venía leyendo, pero pensé que habría algo. Creo que lo dejé. Digo creo porque quizás en algunos días estoy por dormirme y no sé qué leer y la siga, pero lo dudo. Me resulta demasiado trillado. Pero demasiado nivel no entiendo por qué tanto quilombo alrededor del libro. Ya leí como el 40%, así que estimo que eso es lo que tiene para ofrecer. Quizás simplemente me estoy haciendo viejo y volviéndome más ortiva.
Hay una película que me entretuvo, que no es poco. El problema es que no se puede decir mucho sin revelar spoilers. Lo que puedo contarte es que tiene la narrativa de una historia de terror. Y un poco lo es. Solo que no se trata del terror, creo, que probablemente te imagines. Y eso es justamente lo que me parece interesante. No hace falta alejarnos tanto para darnos cuenta que el horror está a la vuelta de la esquina y hay personas que lo viven todos los días. Se llama Leave the World Behind y está en Netflix.
Pero basta de recomendaciones. El fin de semana pasado cumplí 38 años. Fue el sábado y como vivo en un departamento y éramos como 20 personas aproveché para preguntarle a un amigo, que tiene parque con pileta, si me prestaba la casa. Me dijo que sí y zafé por poco. Estaba anunciado lluvia. No solo eso. Con todo comprado y cargado en el auto, ya en la Autopista Buenos Aires–La Plata, empezó a diluviar como si no hubiera mañana. Recurrí al último recurso que se me ocurrió: le mandé un mensaje a un amigo medio brujo para que hiciera una cruz de sal. Yo no creo en nada más que en las personas, pero unas horas después de ese diluvio salió el sol y pudimos disfrutar de un día de asado, pileta y musiquita rodeado de gente querida. Cruz de sal 1, creencias de Axel 0.
Quiero decir “qué rápido que pasa el tiempo”, pero no quiero porque es un cliché, pero bueno, lo digo de esta forma, diciendo que no pero diciéndolo al fin. En algún momento del sábado me llamó mi tío para desearme feliz cumpleaños. Me dijo algo que me dejó pensando:
–¿Cuántos cumplís?–, me preguntó.
–Treinta y ocho. Ya estoy grande.
–No estás grande, pero de acá a los 60 se van a sentir como media hora.
–Desde que nací hasta ahora no se sintió mucho más–, respondí.
Si bien puedo culpar la respuesta poética que le di a mi tío al porcentaje de alcohol que tenía en sangre, no deja de ser menos cierto. Aprovechemos que lo único que sentimos todos es que el tiempo pasa rápido y no podemos recuperarlo.
Cambié un poco el formato de observando. No quería hacerlo como siempre, así que lo hice más como si fuera una ¿carta? en vez de diferentes “secciones” separadas por temas. Probablemente la próxima vez todo vuelva a la normalidad. O no, quién sabe. Acá hago lo que siento sin pedir demasiado permiso, que después de todo para eso nació este espacio del bien.
Gracias por estar del otro lado siempre.
Te mando un abrazo,
Axel
Me gustó este nuevo formato! Es como si estuviéramos conversando. Feliz nueva vuelta al sol!
feliz cumple axel