Hola, ser del bien, ¿cómo va?
Yo súper. El año parece haber arrancado con todo y no veo planes por delante para tomarme vacaciones, así que estoy aprovechando todas las posibles escapadas que surjan desde ahora hasta que termine el verano. Quizás arme algo para marzo, pero se siente todavía medio lejano, así que lo dejaré del lado de “vamos viendo”.
Cuando empezó la pandemia (fue hace ya cuatro años, ¿podés creerlo? ¡Cuatro años!) arranqué a trabajar desde casa. De hecho, la empresa para la que trabajo ni siquiera tiene oficinas. Cuando queremos juntarnos o vamos a un cowork o hacemos coworking en una casa. Por ese motivo cuando me dijeron que había un cliente que quería que fuera dos veces por semana a sus oficinas, mucho la idea no me gustó. Pensaba que odiaría todo: tener que levantarme demasiado tiempo antes, ponerme de mal humor por el tráfico caótico de la Ciudad de Buenos Aires, tener menos flexibilidad, no poder poner el lavarropas entre call y call.
Pero me había olvidado de un detalle que amaba de ir a la oficina: poder hablar con compañeros de otra cosa que no sea trabajo. Cuando hacés home office las llamadas suelen llenar las agendas. Yo estoy muchas horas por día hablando con gente, pero todo el tiempo, en general, es de temas relacionados al trabajo. No se comparten otras cosas que yo me había olvidado que necesitaba: qué están viendo los demás, qué están leyendo, dónde están saliendo.
Así que ahora me convertí en una persona en la que nunca imaginé que me convertiría: en alguien que defiende ir a la oficina. Obviamente no me gustaría ir todos los días (qué cosa del pasado), pero la relación que genera estar frente a otra persona y poder hablar cara a cara por fuera de solo lo que es trabajo es, para mí, clave.
Todo esto te lo digo porque durante los almuerzos en la oficina se dan esos intercambios que tanto me caben. O juegos de mesa, o charlas sobre literatura, sobre cine, series. Las cosas que particularmente me llenan. Observando, sin ir más lejos, siempre se trató un poco sobre eso: hablar con muchas personas sobre lo que me interpela.
Te cuento todo esto porque en uno de esos almuerzos Alu y Can me abrieron la puerta al mundo de Aurora Venturini, una escritora increíble con una historia que me obsesionó desde el momento cero. Estoy terminando Las primas, su libro más famoso, me vi un documental, entrevistas, leí el perfil que hizo Leila Guerriero. Y a medida que me voy metiendo más en ese mundo oscuro de Aurora, mi obsesión crece.
En el 2007 el diario Página/12 organizó la primera edición del Premio Nueva Novela. El galardón se lo llevó Las primas, una novela con una narrativa veloz, descontracturada, que no respeta los signos de puntuación y un lenguaje muy personal firmado por Beatriz Portinari. Si ese nombre y apellido te suenan es porque se trata de la mujer a la que Dante idealizó durante toda su vida. Tanto que la incluyó en su obra. En la Divina Comedia, Beatriz representa el ideal del amor para el autor y, por eso, es su guía en el paraíso.
Quien se escondía detrás de ese pseudónimo era, a diferencia de lo que imaginaba el jurado, Aurora Venturini. Digo "a diferencia de lo que pensaba el jurado" porque lo que imaginaban los escritores que lo integraban, entre los que estaban Alan Pauls, Guillermo Saccomanno o Juan Sasturain, era que la persona que estaría detrás de Las primas sería alguien joven, con una pluma innovadora y única, que no se había visto hasta ese momento. Pero la persona que subió al escenario a recibir el premio fue una Licenciada en Psicología ultracatólica de 85 años que había estado casada con el historiador Fermín Chávez, que había no solo trabajado con Eva Perón sino que había entablado una relación de amistad, exiliada en París por ser peronista durante la Revolución Libertadora donde se hizo amiga de Jean-Paul Sartre, de Simone de Beauvoir, de Albert Camus.
Aurora, aunque hasta 2007 no era reconocida en el ámbito literario, escribió durante toda su vida (en su documental le preguntan si sigue escribiendo y ella contesta, cansada: “Sí, claro. ¿Qué voy a hacer sino? Lo único que hago.”) pero nadie la publicaba, así que ella no se preocupó y decidió empezar a autopublicarse. Pero desde que ganó el Premio Nueva Novela su vida cambió y se hizo famosa en todo el mundo.
Vamos con el libro ganador. Las primas es una novela oscura, relatada por su protagonista, Yuna, una artista que nació en el seno de una familia absolutamente disfuncional y cuenta tanto su vida como la de sus familiares: la de su padre ausente, la de su hermana discapacitada, a quien odia y quiere a su manera, de su prima Petra, enana y prostituta, que le enseña sobre la vida y protege como nadie, de Carina, muerta culpa de un aborto clandestino que se hace en el medio de la villa, de su madre, quien la odia y desprecia.
Aurora tiene algo particular que me parece único y fascinante en la literatura: creó a un personaje, Yuna, que explica que no puede usar demasiados signos de puntuación porque, al poner un punto, se pierde y le toma demasiado tiempo reponerse y entender qué es lo que quería contar. Yuna es una persona profundamente sincera, que no sabe mentir porque tiene la inocencia de los chicos, que le cuenta a sus lectores sobre sus limitaciones –o las limitaciones que su familia le hizo pensar que tiene–, que busca constantemente palabras en el diccionario para poder terminar sus frases. Este párrafo es solo un ejemplo de ello:
Cuando ingresaron a la fiesta los invitados de José todas las caras se volvieron hacia el lugar del ingreso y vieron a la despareja pareja de los invitados que les faltaban ojos para ver a todos los integrantes del familión nuestro aunque ambos tenían dos ojos que sumados eran cuatro verdes, muy bellos los de la mujer feos y pequeñitos los del hombre más bajito que ella del tipo arratonado muy común que vemos por las calles y que vemos sentados o parados en las oficinas de la administración pero este era profesor ya lo dije de dibujo en una escuela y además cumplía con otras actividades que ahora no recuerdo y ella trabajaba como modelo de ropas y cosméticos y estaba elegantísima aunque mi capacidad introspectiva (diccionario) me advertía algo que a simple vista no se notaba y con respecto al señor quitando lo de elegante ocurría lo mismo y yo sentí erizamiento de piel y ganas de salirme del sitio que ocupaba al lado de Petra que me codeaba para que yo no perdiera detalle ella sentada sobre tres almohadones puestos encima de la paja del asiento de la silla para alcanzar la mesa.
En todo el párrafo hay solo una coma, el punto que cierra y dos paréntesis que le avisan al lector que Yuna buscó esa palabra en el diccionario. La falta de puntuación le da una velocidad a la lectura que hace al libro, también, único. No solo por su pluma, sino también por sus formas. Es una literatura que se vomita. Como lector sentís que lo estás leyendo a la velocidad de la luz compenetrado con la historia y viviendo la vida de esa familia monstruosa que retrata Aurora. Su propia vida, según ella misma declara. Esta fue la conversación que tuvo cuando le dijeron que estaba entre las diez finalistas del Premio Nueva Novela:
–¿Aurora Venturini?
–Sí, señorita.
–¿Usted se presentó con el seudónimo Beatriz Poltrinari al concurso Nueva Novela de Página/12?
–Sí, señorita, me presenté con Las primas.
–¿Sabe que está entre las diez finalistas?
–No. ¡Ay! Sería muy importante que esta novela ganara. ¿Sabe por qué? Porque Las primas soy yo.
Pero Aurora es especial y muchas de las cosas que dice, al menos de su vida, hay que tomarlas con pinzas. Porque si bien es apasionante, misteriosa, mala onda, un tanto oscura es, también, un poco mentirosa.
Te voy a compartir lo que me conquistó de ella de manera instantánea cuando Can y Alu me la presentaron: que siempre cuenta una historia diferente cada vez que le preguntan cómo desapareció su padre. Algunas veces dice que lo capturaron por militar para el partido radical y fue trasladado a una cárcel de Ushuaia para nunca volver; otras que fue a trabajar a ese penal del fin del mundo por motu proprio; otras que era adicto al juego y, después de perder todo, dejó a su familia. Prefiero ni siquiera buscar cuál es la historia verdadera, realmente.
Pero dejemos atrás un poco a Aurora, que tampoco quiero quemarte la cabeza con ella si no te interesa tanto (aunque estoy seguro que si te gusta de alguna manera la literatura contemporánea seguro te va a interesar). En las últimas semanas estuve viendo un montón de películas con Maca. Muchas para el olvido, como The Ballad of Songbirds and Snakes, la última de The Hunger Games que me pareció desastrosa, pero muchas otras para atesorar. Quizás la que más me gustó es The Holdovers, un coming of age en la que un grupo de personajes muy solitarios se encuentra y, con ese encuentro, también nace una nueva familia. La familia elegida que va más allá de la sangre, que surge del respeto y el amor.
The Holdovers transcurre en la Barton Academy, una escuela pupilo muy prestigiosa donde, durante las fiestas, la mayoría de los alumnos se van a sus hogares para estar con sus familias. Pero siempre hay algunos que deben quedarse a lo Harry Potter. Ahí es donde el profesor Paul Hunham, interpretado de una manera magistral por el genio de Paul Giamatti (tanto que se ganó un Golden Globe por esa actuación), se queda en la escuela con Angus Tully, un estudiante encarnado por Dominic Sessa, y la cocinera Mary Lamb, que interpreta Da'Vine Joy Randolph, a quien se le murió un hijo en la guerra.
Este tridente se encuentra, se reconoce y se abraza para llenar los huecos que hay en sus vidas, que son huecos que solo puede llenar el amor y la amistad (que son lo mismo, ¿no?). Una película que te abraza y que por momentos me recordó a lo más lindo de The Catcher in The Rye.
También vi Saltburn, que disfruté y me pareció bastante perturbadora. Esa va de un pibe llamado Oliver Quick, el groso de Barry Keoghan, que empieza a relacionarse y meterse de a poco en el seno de una familia ultra millonaria que vive en una mansión espectacular en, justamente, Saltburn. No quiero decir demasiado sobre la trama, pero sí de la subtrama. La primera parte es algo que vimos muchas veces: multimillonarios siendo forros y excéntricos. La segunda parte es un poco más profunda y, creo, interesante. La escena final hizo que llegara a un cover de “Murder on The Dance Floor” que hicieron los chicos de Royel Otis que es una joyita.
Y quiero dejarte con musiquita de la buena, porque Maca me metió en el fantástico mundo de Jungle y de ahí salté a Parcels y estoy que no puedo parar de escuchar tres shows en particular: el Live Vol. 1 y Live Vol. 2 de los australianos y el Volcano World Tour de los británicos. Te hace arrancar los días bailando al ritmo de temitas del bien.
Un dato curioso que me llamó la atención de cuando empecé a leer sobre Parcels es cómo fueron los Daft Punk quienes los ayudaron a saltar a la fama. La cosa es que la banda estaba tocando en un bar de París donde estaban los robotitos tomando algo. Parece que los temas de Parecels los conquistaron, porque les propusieron no solo producirlos, sino hacer un tema juntos. Seis meses después de su encuentro, Parcels y Daft Punk trabajaron una semana juntos en los estudios del dúo dinámico. Y de esa colaboración salió "Overnight", uno de sus temas más interesantes con un sonido muy particular que nos recordará obviamente a Daft Punk, pero también con el inconfundible sello electropop de Parcels. Alta bandita del bien.
Me copé un poco escribiendo, ¿no? Es que saben cómo me pongo cuando encuentro algo o alguien con lo que me obsesiono, como me está pasando con la genia de Aurora. Te dejo para que disfrutes de tu domingo. Espero que tengas planes que incluyan pileta, comida rica y gente querida.
Antes de irme, como siempre te digo, si te gusta lo que hago en observando y querés colaborar, podés hacerlo mensualmente, comprándome un cafecito o recomendándolo a quien vos consideres que pueda gustarle.
Te mando un abrazo.
Gracias por estar del otro lado siempre.
Axel
A la lista de deseos para este mes! Gracias Axel
Gracias Axel por esta fresca lectura y por todas las recomendaciones.